Otra variedad de la prolífica marca gallega a la que agradezco su trabajo y dedicación para ofrecernos nuevas posibilidades cerveceras. Esta vez toca degustar la creación artesana de Pepe Solla, afamado cocinero gallego que apadrina el invento.
Aunque recomendada especialmente para acompañar esos platos de pescado y marisco tan gallegos, nosotros hemos cometido el pequeño pecado de degustarla en una cena sin dichos ingredientes, y es que no siempre es posible combinar la agenda diaria con lo deseable, cuestión esta que creo podrá ser perdonada.
Nos encontramos ante una cerveza de graduación suave (4,2% de alcohol), que sin embargo tiene un sabor más fuerte que el que su color nos pudiera indicar. Paladeamos con gusto y descubrimos al final un sabor que no identificamos. Nos ayudamos de las indicaciones que aparecen en su etiqueta serigrafiada y descubrimos que ese gusto desconocido es a miel. Esta vez me excuso de mi ignorancia en la cata, ya que no soy un consumidor avezado de dicho producto apícola, del que huyo siempre que puedo, aunque reconozco que en ligerísimas dosis, como es el caso, puede ser tolerado por mí.
La botella de 33 centilitros se queda de nuevo pequeña, y es que con la tontería de intentar descubrir cual era el sabor misterioso, no paré de dar pequeños sorbos para intentar desenmascararlo y cuando me quise dar cuenta la copa estaba vacía.
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