Todos asustados, todos rasgándose las
vestiduras y tirándose de los cabellos porque Abercrombie escribía
para el público juvenil. Tranquilizaos hombres de poca fe, y
avergonzaos de ser tan cobardes y pusilánimes, porque el gran Joe no
os va a defraudar (como ya apostábamos por aquí).
¿Y qué puede haber de diferencia con
un libro dirigido a adultos? Pues que no abunden tórridas escenas de
sexo o que la trama fluya libre sin dar mucho espacio a los detalles
o que aquí se cruce la última puerta en lugar de volver al barro o
nada en concreto para parar ya de comernos la cabeza con un debate
inútil.
Abandonados los prejuicios, nos
encontramos con un libro ágil, que engancha en su lectura y nos
lleva a través de un viaje a través de los elementos: agua salada,
frío, calor, agua dulce, visitando los alrededores del Mar Quebrado.
Un mundo imaginario pero con pocas diferencias con lo real vivido
hace unos cuantos siglos, sin dar un ápice de margen al tema
sobrenatural, lo cual nos ha llamado bastante la atención porque Joe
sí suele incluirlo en sus narraciones. Lo que no faltan son los
bruscos giros en la trama made in Abercrombie, un valor marca de la
casa igual que su maestría para construir personajes de ambos
géneros de altísima calidad y recuerdo. Aparte, nos da buenos
consejos que no debemos olvidar en nuestra vida diaria, como “no
hay mejor don que un buen enemigo” o la autoayuda que repite ante
cada dificultad nuestro tullido protagonista: “siempre hay una
manera”.
Con la lección bien aprendida,
esperamos ya con ansia la llegada de Septiembre para hincarle el
diente a la segunda parte de esta aventura, agradeciendo al gran
Abercrombie su prolífico y continuado trabajo que no nos deja
grandes espacios de tiempo vacíos sin sus grandiosas narraciones.