Cuando abrí la portada (que no puerta) de este libro y comencé a leer, pensé que había errado mi elección de lectura. Muchas chicas jóvenes en un internado hablando de sus cosas parecía un tema nada interesante para mis gustos, pero no por ello, o porque mi ánimo ese día no me llevaba hacia otros posibles caminos, decidí seguir leyendo. Poco a poco, fui vislumbrando una temática paralela, nunca mejor dicho, y que era el nexo común para que todas esas chicas estuvieran en aquel lugar. Me gustó también la forma de narrar de la autora, que actuaba unas veces como simple expositora de hechos y otras como inquisidora directa del lector.
Y de eso va la cosa, de puertas que aparecen y desaparecen frente a las protagonistas en algún momento de su vida y las llevan a sitios diferentes dependiendo de sus necesidades o inquietudes. Porque no se trata de chicas corrientes (algún chico anda también por ahí); las chicas corrientes están en el mundo corriente haciendo cosas corrientes aunque ellas crean que son muy interesantes. Y aunque estos viajes no están exentos de riesgo y peligro, pienso que merece la pena vivir la experiencia al menos como acompañante al otro lado del papel.