"Nada de lo que sucede en la infancia es en vano"
Lo repite hasta la saciedad Bruce en las páginas de su libro. Él como otros muchos se ha dado cuenta de que lo vivido en la niñez, ya sea para bien o para mal, tiene su repercusión en la etapa adulta. Y tras años de estudios, trabajos y demás distracciones, de nuevo los ecos de los juegos de los niños afloran irremediablemente y dan sentido a la vida. Estoy plenamente de acuerdo.
Y de este chico que lucía mallas de lo más cantosas y cuya tesitura de voz llenó de falsetes nuestra mente metalera, descubrimos que es un amante de la esgrima y sobre todo de volar, a lo que ha dedicado más tiempo que a la propia banda, aunque compaginándolo siempre que era posible. Una banda que es más una empresa que un grupo de amigos que se juntan en el colegio para tocar la música que más les gusta, donde sus miembros son despedidos o contratados según se necesite pero lo realmente principal, que es la música y el espectáculo que la acompañan, se cuida hasta el más mínimo detalle. Quizás vendría bien una autobiografía del bajista Steve Harris para comprender mejor esta otra realidad de Iron Maiden.
Por lo demás, decir que cuanto más os guste volar más os gustará este libro. Y no pongáis trabas para contener esos ecos de juventud que luchan por salir a la superficie. Escuchadles y hacedles caso, pues vuestra propia felicidad va ligado a ellos.
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