En ocasiones, poseer una cualidad excepcional es más un castigo que una bendición. A veces, ser buena persona se acaba pagando bastante caro, y para ejemplo yo mismo, que llevo un año sufriéndolo en mis carnes. Sólo queda una esperanza: que de la combinación de ambas surja algo positivo.
La escritura de Juan Gómez-Jurado es directa y cercana. Podría decirse que al leer sus obras, en lugar de estar frente a las páginas de un libro, estamos delante de él sentados en una terraza escuchando a un amigo que nos narra un suceso del que ha sido testigo de primera mano. Porque todo lo que nos cuenta nos es cotidiano: los escenarios, los personajes, la trama... Todo nos suena de haberlo visitado en persona o de haberlo escuchado en las noticias de la radio o el telediario.
No soy mucho de novela policíaca o thriller. Las historias de policías y ladrones no llaman mucho mi atención, pero esta novela te engancha y te roba horas de sueño, pidiéndote siempre un capítulo más. Y la razón es la que comentaba anteriormente, la cercanía de todo lo que sucede. Estamos en España, no en los países nórdicos o en Nueva York. Además existe el aliciente de ir reconociendo todas las referencias que hace a canciones y otros escritores, y que va dejando caer sobre la marcha. Por ponerle un pero, creo que se le ha escapado una aorta por ahí, pero es un detalle nimio. Y ahora, la loba negra nos espera.
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