En los tiempos que corren cuando no pasa un solo día sin que mis
dedos pulsen el teclado del ordenador, recuerdo con
cariño y aprecio el año que me pasé aprendiendo a escribir
a máquina y que de tanta utilidad me es hoy.
Olympia Splendid 33 |
Mi padre tenía en casa una Olympia Splendid 33 de 1966 que se
había traído de Alemania en sus años de emigrante. Estaba guardada
como oro en paño y cuando me daban permiso para jugar con ella me
lo pasaba en grande. Con los dedos índices de cada mano tecleaba a
un ritmo lentísimo porque no sabía donde estaban las letras, y si
me animaba a darle velocidad tecleando al azar, los hierros que
sostenían cada letra se juntaban y atascaban al instante. La bomba
fue cuando mi padre compró una cinta de dos colores negro y rojo que
siempre me recuerda a la enseña anarquista de la CNT, curiosas relaciones que
hace uno de joven. Pero todo aquello eran juegos y había que
tomárselo en serio.
Debía tener yo unos once o doce
años cuando mi madre nos apuntó a mi hermana y a mí a "máquina". Mi
hermana iba por la tarde por el horario del instituto mientras que yo
aprovechaba el rato entre las clases de la mañana y la tarde para ir
una hora diaria a teclear. Aprendimos en casa de una vecina que tenía una
habitación de su casa llena de máquinas de escribir. Calculo que
cabríamos unos doce o trece alumnos cada uno sentado con su máquina.
La señora era viuda y supongo que el negocio era totalmente ilegal,
quiero decir que el dinero que pagábamos, que no recuerdo cuando era
al mes, no pasaría por las cuentas de Hacienda. La mujer tenía dos
hijos que mantener así que la "exención" de impuestos
era merecida porque lo necesitaba y porque era muy paciente y buena profesora.
El método consistía en teclear unas tarjetas que
te iba dando según el nivel que tenías. En ellas iban por orden
primero las letras que manejaba la mano izquierda en la línea
central del teclado QWERTY que conocemos todos. Empezabas con el
ASDFG para pasar luego a la mano derecha con el ÑLKJH y así
sucesivamente hasta combinar todas las letras y números del teclado.
Todo ello sin mirar el teclado, cosa harto importante para memorizar
la posición y el dedo que correspondía a cada letra. Recuerdo mis
pobres dedos meñiques doloridos y sin fuerzas para apretar las
teclas y como poco a poco empezabas a ganar velocidad consiguiendo
momentos realmente excitantes cuando encadenabas una larga tanda de
palabras sin parar y veías como tus compañeros habían dejado de
teclear para mirarte con asombro y por qué no decirlo, con envidia.
Las máquinas de escribir que había en la clase
eran dignas de un museo. A excepción de otra Olympia parecida a la
de mi padre y otro modelo moderno de la marca Olivetti, todas
eran máquinas muy viejas propias de películas de gangsters de los
años veinte. Mi memoria falla y no recuerdo muchas marcas, pero la
predominante era la Underwood.
Después de memorizar todas las letras el siguiente
paso era escribir textos. La profesora tenía un montón de libros de
cuentos muy amenos y recuerdo que más de una vez me llamaba la
atención porque me ponía a leer la historia y pasaba de escribir.
Los momentos interesantes había que respetarlos. Aparte de los
cuentos me escribí una historia del Cid Campeador del año catapún.
Se notaba la marca franquista en el texto porque ensalzaba al
caballero burgalés como adalid de la gloria de España. Lo cierto es
que desde entonces le tengo mucho cariño al Cid y siempre me ha
gustado su figura a pesar de que años después leyera otros libros
que desmitificaran un tanto su biografía.
Y así y poco a poco, tecla que te tecla llegó el
día del examen. Consistía en tres ejercicios propuestos por una
Sociedad que se dedicaba a esto de la mecanografía. No sé
muy bien si estaría reconocida oficialmente pero nos dieron un
título muy pomposo y elegante. Cada ejercicio era un texto de
diferente tamaño y dificultad que debías escribir en un periodo de
tiempo limitado. Si acababas de escribirlo lo repetías tantas veces
como te fuera posible. Supongo que estaría algo nervioso pero me
gustaba tanto escribir e iba tan sobrado que no recuerdo haberlo
pasado especialmente mal. Me pusieron sobresaliente en los tres
cursos. Tampoco recuerdo bien cuantas pulsaciones por minuto llegué
a alcanzar pero iba a toda pastilla y era una máquina, nunca mejor
dicho.
Después de conseguir el título seguí yendo a
clase una temporada porque había visto a compañeros aventajados
hacer dibujos con la máquina utilizando la X mayúscula y me
llamaron mucho la atención. Había una cabeza de indio muy chula y
un Don Quijote atacando los molinos también muy interesante. Una vez
conseguidos estos hitos, mi interés por la mecanografía decayó y
abandoné las clases. Sólo escribí algún trabajo de clase en los
años posteriores y poco más hasta que estalló la revolución
informática. Entonces me di cuenta que había perdido muchas
facultades, y aunque recordaba donde estaban las letras escribía
sólo con los dedos índice y mirando el teclado. Pero poco a poco
mis manos y mi cerebro volvieron a coordinarse para funcionar a toda
velocidad.
Recuerdo con pesar que habría pasado por entonces
si me hubiera dado por aprender a tocar la guitarra en aquellos años.
Supongo que habría aprendido con mucha más facilidad que en los
años siguientes y si la comparación con el escribir a máquina es
plausible, mi pesar sería aún mayor por la oportunidad perdida.
4 comentarios:
Yo aprendí con una Olivetti antigua (la de heridas que me pude hacer en las falanges, cuando se te colaban los dedos entre tecla y tecla, algo hoy impensable en un teclado, claro!) Siempre he dado por buenas las horas que pasé aprendiendo, porque eso me permite hoy tener mucha fluidez con el teclado. ¿Se dan ya hoy clases de mecanografía? Supongo que salvo en cursos específicos de secretariado, no.
Creo que hay programas informáticos para aprender. Acutype o algo así anunciaban hace unos años.
Y la verdad es que se ahorra mucho tiempo al escribir.
Recuerdo que me dio un poco de rabia cuando tu sacaste sobre y yo me quede en notable, pero se lo achaco a mi adolescencia, aunque a partir de entoces empece a asumir que mi hermano menor era superior a mi en muchas cosas y campos. Besos a la family.
Darle a la tecla se me da bien, pero soy bastante mediocre en otros múltiples y variados campos.
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