Metidos de lleno en la Guerra Santa, llegamos a lugares tan lejanos que sólo conocíamos por su nombre y las leyendas que de ellos se contaban. Llegamos en un discurrir pausado como el agua fluyendo por el rio, aun a riesgo de encontrar unos rápidos o un remolino en el momento menos pensado.
Pisamos campos de batalla legendarios, donde el suelo rezuma y nos muestra el sangriento pasado. ¿Volverán a ser regados hoy? Combates épicos donde los vencedores se convierten en vencidos en un abrir y cerrar de ojos, como una moneda caprichosa que da vueltas y más vueltas.
Maestro y alumno aprenderán pasado, presente y futuro en largas conversaciones filosóficas o tomando por maestro a Cnaiur, el secreto arte de la guerra. Hechiceros abrumados por las pesadillas conteniendo su magia, ese bien preciado o maldito que busca una mínima excusa para desplegar todo su poder destructor.
La verdad resplandece, dicen los seguidores del descendiente de los Anasurimbor, hipnotizados por su atrayente magnetismo. Su análisis de la situación y el escrutinio de todas las posibilidades que se generan le dan poder sobre el resto de los mortales. ¿Será su verdad la verdadera verdad?
Oigo un nombre a lo lejos y me estremezco, sólo una palabra y me pongo a temblar. Dice cishaurim. Porque yo estuve en Caraskand, pero no os contaré lo que allí vi...
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