Recuerdo con cariño los cuentos que leía en la
infancia. Con pocos años devoré toda la biblioteca acumulada por mi
hermana mayor antes de empezar a pedirle a mi madre que me sacara
libros de la biblioteca de la Caja de Ahorros, a la que no podía
acceder por mi prematura edad. En aquellos años no había las
facilidades ni las instalaciones con las que contamos hoy en el
servicio de bibliotecas del Ayuntamiento. Me pregunto que habría
pasado si con todo el tiempo que tenía por entonces hubiera estado
a mi alcance todo lo que hoy campea por el barrio o el pueblo. Algo
cercano al éxtasis bibliográfico o al paraíso de tinta y papel
podría haber tenido forma. En fin, no fantaseemos con lo ya
imposible.
Recuerdo con especial cariño las fábulas, aquellas historias
donde los animales tomaban la voz de los humanos y nos presentaban
sus tribulaciones con una moraleja final muy útil para nuestras
vidas en ciernes. Podría elegir entre muchas, pero me quedo con la
cigarra y la hormiga porque fue una de las que más caló en mi
personalidad y siempre supuso un ejemplo a seguir, aunque en los
últimos tiempos se ha desvirtuado bastante. No sé decir cual es la
versión original (Esopo, La Fontaine o Samaniego la trataron), pues leí varias con distintos finales
más o menos reales o azucarados para nuestros cerebros esponja de
entonces, pero lo extraíble era lo siguiente:
Durante el buen tiempo la trabajadora hormiga no
perdía el tiempo y recogía alimento para que cuando llegara el frío y
la escasez estuviera preparada y no le faltara de nada. Por otra
parte, la ociosa cigarra prefería divertirse y cantar en lugar de
trabajar y pensar en su futuro. Al llegar los malos tiempos la
cigarra lloraba y se arrepentía por no haber previsto lo que se le
había venido encima mientras la hormiga descansaba a gusto bien
alimentada y caliente en su casa subterránea. Como digo, dependiendo
del final la hormiga se apiadaba de la cigarra y le daba cobijo o el
pobre bicho moría de frío sola y sin ayuda.
Sin embargo, los valores inculcados en esta fábula
hoy en día ya no son tan fuertes en mi manera de pensar ni tan
aplicables a la sociedad actual. Yo siempre pensé en tomar el papel
de la hormiga, primero la obligación y luego la devoción como decía mi
padre en casa. Seré una persona trabajadora y ahorradora y me
divertiré sólo cuando tenga todo el trabajo hecho. Con los años y
viendo numerosos ejemplos humanos del tema, mis convicciones se
fueron derrumbando. Vi muchas cigarras que se pasaban todo el día de
fiesta, trabajando lo mínimo o viviendo del cuento o de las ayudas de otras
hormigas sin que nunca les llegara ese terrible invierno que acabara
con ellas. Y también conocí a muchas hormigas trabajadoras que
cada vez tenían que trabajar más para conseguir menos o que cuando
les iba mal no conseguían ayuda tan fácil como las cigarras. Quizás
la fábula no estaba completa y faltaban unos cuantos personajes más:
zánganos, abejorros, escarabajos peloteros, arañas, pulgas, piojos,
mosquitos y moscas cojoneras por no seguir poniendo ejemplos. Y es
que si al hombre le quitan su pequeña condición humana no es más
que un animal cualquiera.
2 comentarios:
La fábula en el cine: http://www.youtube.com/watch?v=tYd1Nh0NvOE
Espero que os guste.
Otra opinión más sobre el tema.
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