La Semana Santa y la Luna.

Quizás os hayais preguntado alguna vez por qué cada año la Semana Santa cae en una fecha diferente. Pues basta con fijarse un poco en el tamaño de la luna por estas fechas.

Parece ser que la muerte de Jesucristo coincidió con la Pascua Judía, que celebraba la huída de los judios de Egipto guiados por Moisés. Esta Pascua se celebraba siempre en fechas de luna llena, para ayudar a los pastores en su peregrinaje nocturno hacia Jerusalén. Así pues, en el Concilio de Nicea del año 325 se decidió que la Semana Santa cristiana se celebrara durante la primera luna llena después del equinocio de primavera, y que siempre fuera en domingo, para evitar su confusión con la Pascua Judía, que podía caer en cualquier dia de la semana. Por cierto, en el Concilio de Nicea también se decidieron otros asuntos más escabrosos, como que evangelios eran válidos para la iglesia y cuales no (los apócrifos), pero eso es otra historia.
Mi opinión sobre la Semana Santa está influida por mi infancia. Igual que con el tema de los vampiros, mi blando cerebro quedó marcado por varias semanas santas andaluzas que me tragué desde un lugar privilegiado. El balcón de la antigua casa de mis abuelos estaba situado en una calle por la que pasaban todas o casi todas las procesiones. Mis tiernos ojos vieron pasar multitud de enmascarados de ojos brillantes, miles de cirios oscilantes y el atronador sonido de tambores y cornetas. A día de hoy me sigue dando muy mal rollo el tema procesional, que evito siempre que puedo.
Por otro lado, respeto las tradiciones, aunque no estoy de acuerdo con el uso que algunos hacen de ellas. No me parece bien que haya gente que porque una vez al año salga en procesión vestido de cofrade, o a cuestas con un paso, tenga derecho a expiar sus pecados de todo el año. Así, será buena persona durante unos días y un cinco vocales durante el resto del año. Y de estos hay unos cuantos.
Ya solo queda comprobar si el sábado por la noche hay luna llena, esperemos que no haya nubes y la noche sea clara.