Decidí continuar río abajo en busca del jinete del Caballo Muerto. Los rumores que escuché en el último bar me hacían temer por su futuro. Decían que había abandonado a su banda y se dirigía directo al infierno con la única compañía de una botella de bourbon. Mal asunto. Me sentía mal y mi conciencia me obligaba a intentar ayudarle por los buenos ratos que pasamos juntos. ¡Qué cojones! se lo debía por los viejos tiempos.
Seguía la pista de un sonido lejano cuya intensidad aumentaba a medida que me acercaba a la desembocadura del río, lugar que se suponía sería el final de mi viaje si no tenía éxito en mi búsqueda.
Y así fue, no encontré al jinete pero sí su legado: un brote joven origen del sonido que me sirvió de guía y me transportó de forma mágica y sorprendente del Mississippi al Nervión. Una nueva esperanza acompaña ahora mi eterna búsqueda.
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