Y no ha sido fácil. Ha costado más de un mes lidiando con las telefónicas hasta conseguirlo por fin.
Esta obligada experiencia me ha demostrado que en este país no existe la libre competencia entre compañías de fibra. Se pisan y se boicotean las unas a las otras sin el menor pudor, aprovechando unas la propiedad de la fibra y otras el marketing agresivo de los descuentos y las promociones.
Y si esto me ha ocurrido a mí que no vivo en una zona rural aunque esté un poco apartada (y no mucho), no quiero ni pensar en los pobres que sí lo hacen, donde sus opciones de elegir proveedor de fibra se reducirán prácticamente a una si no ninguna y al precio que le impongan.
Dicho esto, como consumidor me indigna que esto funcione así en este país y no me queda otra que amoldarme a los vientos que vengan arrimando el ascua a mi sardina según me interese. Y que quede claro que no me caso con nadie: fidelidad cero.
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