Llego hasta esta película sin saber nada más que Peter Jackson está detrás de ella. Tras verla, quedo prendado de su ambientación, un steampunk postapocalíptico realmente atrayente, con esos enormes ingenios rodantes en un futuro que tiene mucho de pasado. La historia en sí no tiene mucho que ofrecer aparte de un rato de entretenimiento visual por ser bastante previsible, pero sin embargo, de todo esto ha surgido algo muy interesante y que es el objeto principal de esta entrada mucho más que la película en su conjunto.
El poso o germen que va a dejar esta obra en mí, no es otro que uno de sus personajes y ni siquiera es uno de los protagonistas. Se trata de Shrike, un Stalker que no es otra cosa que una especie de contenedor cyborg que aloja un hombre resucitado carente de sentimientos y transformado en una máquina de guerra letal. La aparición de este ente en escena aportó a la película un aliciente más que sabroso para seguir atento a sus andanzas, las cuales no me defraudaron durante el tiempo que me tuvo en vilo alucinando con su imponente y terrorífica presencia.
Investigando despúes el tema, descubrí que la película se basa en una trilogía del autor Philip Reeve, que tiene una precuela donde se trata más a fondo la historia de los Stalkers (creo que ni siquiera está traducida al español). Tardará tiempo, pero si funciona bien en taquilla esta adaptación, es probable que Peter Jackson se atreva también con la precuela, como ya hizo con el Hobbit. Hasta entonces, no me queda otra que conformarme con lo que nos han mostrado y esperar con paciencia y esperanza que haya mucho más.
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