Mi viaje a los pantanos de Lousiana no ha cumplido las expectativas que había puesto en él, aunque no todo ha sido en balde. Bien es cierto que mi idea preconcebida de la criatura, debidas sabe Dios a qué interferencias informativas, era muy distinta de la real. Lo que yo creía iba a ser un engendro maligno y terrorífico, ha resultado ser más benévolo y justiciero de lo esperado.
Por otra parte, la mente retorcida y genial de Alan Moore rompió moldes con esta obra en los ochenta, abriendo nuevas y desconocidas posibilidades al mundo del cómic. Lamentablemente, llego a la obra casi cuarenta años después y es imposible revivir en la actualidad aquellas sensaciones, pese a lo cual reconozco su brillantez y alabo su innovador estilo.
Otro punto a su favor es lo variado de las tramas que forman este volumen y que abarcan desde el origen y evolución de la criatura, hasta viajes al mismísimo infierno, visitas alienígenas, amores alucinógenos y surrealistas con un toque erótico sensual y algún guiño e inmersión en el fenómeno zombie. Poco más se puede pedir a esta gran obra, frente a la cual me rasgo las vestiduras y entono mi lastimera plegaria por no haberla tenido a mi alcance unas décadas antes.
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