En tierras zamoranas, a orillas del río Esla, se encuentra este bastión del pasado que pese a estar catalogado como Monumento Nacional no le ha servido para salvarse de la ruina y el olvido. Esperemos que en un futuro próximo, cuando la Autovía de la Plata esté terminada y esta zona un poco mejor comunicada, Castrotorafe pueda resurgir de sus cenizas y ocupar el sitio que se merece en la historia.
Su posición estratégica le dio importancia en la época romana, al estar situado junto a la Vía de la Plata, y se le relaciona con la mansión Vicus Acuarius. Ya en la época medieval adquiere mayor importancia al ser custodio del puente sobre el Esla, principal ruta de unión entre Castilla y Galicia. Se cree que el progresivo deterioro del puente y su final destrucción conllevaron al declive de Castrotorafe (esto me suena a novela de Ken Follett).
A día de hoy, y con mucha imaginación, se puede contemplar el enorme recinto amurallado que lo compone, con restos de una iglesia desmembrada por las tropas napoleónicas en el centro y los restos del castillo que vigilan los pilares del puente que todavía se pueden ver si el embalse está en niveles bajos.
Tan sólo un ejército de girasoles impertérritos fueron testigos de nuestra visita. Bajo un sol de justicia ofrecimos al lugar un poco de la compañía que tanto le hace falta. Es una pena que se encuentre en este estado de deterioro, seguro que en otros países estaría mucho más cuidado y explotado porque el enclave da para mucho. Como decía anteriormente, espero que el tiempo vuelva a acordarse de Castrotorafe y algún día vuelva a ser lo que fue.
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