¡Maldita sea mi estampa! Yo soy el principal culpable, pero también maldigo todo lo que me distrajo esos largos años en que permaneciste olvidada. Cada vez que pienso lo sola que te debes haber sentido, rodeada de oscuridad y de silencio, me acribillan los remordimientos. Aún más cuando alguien me preguntaba por tí y le decía que estabas enterrada en vida. Mísero de mí que no fui capaz de arañar un segundo para darte una caricia o cubrirte de mimos.
Tuya también fue una pequeña culpa, tu espíritu de mujer celosa que quería más y más y si no podía dartelo me dabas la espalda. Yo no supe buscar lo que necesitabas y todo acabó en tragedia.
Basta de rascarse las vestiduras. Ocho años duró tu condena. Un buen día uno de los elegidos me tendió la mano y me prestó la fuerza necesaria para retomar esta andadura que ya no tendrá fin. Con cuidado te saqué de tu prisión y viste la luz de nuevo. Te limpié y curé las heridas causadas por el tiempo para recobrar tu belleza, te rodeé de nuevas compañeras para aliviar tu soledad y por fin veo una recompensa. Olvidaste tus rencores, cada vez eres más sensible a mis caricias y me lo pagas con dulces melodías. Has vuelto a la vida inmortal, abandonando el infierno del silencio para siempre jamás.
2 comentarios:
Magnífica metáfora sobre la guitarra (o eso creo), me ha traido al recuerdo la canción de los Barón Rojo titulada Cuerdas de Acero (homenaje a la guitarra).
Está basada en hechos reales. Mola la comparación con gente de tanto nivel. Gracias.
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