Más de doce años habían pasado desde nuestro último encuentro. Entre medias, una posibilidad abortada por inexcusables deberes familiares. Ahora era el momento y unos cuantos kilómetros no eran motivo suficiente para interponerse en nuestro camino...
Me topé con un Jorge Martínez algo cambiado tras tantos años, cosa normal por otra parte, pues el tiempo pasa factura. Muy profesional, con ganas de hacer un buen concierto y agradar al público. Su objetivo era tocar el máximo número de canciones dentro del tiempo disponible, cosa muy loable pero que dejaba poco espacio a sus pequeños discursos entre canción y canción que tanto me gustan y añoraba. Quizás también influya en esto que no beba tanto como nos tenía acostumbrados en otros tiempos.
Combina a la perfección temas nuevos con grandes clásicos de su carrera, lo que hace que el concierto no decaiga y mantenga un ritmo de ánimo creciente que culmina con la rememoración de la nostalgia punk entre el público, que alborozado y mojado por lluvia cervecera aumentaba la temperatura de la sala y el hedor a explosivo sudor, bienvenido si es a causa del frenesí rock pero denostado si alguno se lo trae ya puesto de casa.
Entre los temas interpretados, destacar el bosque fragante y sombrío, que me aporta sensaciones que merecen un espacio aparte.
Y para terminar, todos los asistentes nos marchamos ungidos por la bendición ilegal, tanto para aquellos que vienen del cielo como los que proceden del infierno, pero sobre todo para aquellos que han sufrido o sufren situaciones adversas. Que así sea.
1 comentario:
Siempre han dado buenos conciertos. Toda una lección de saber hacer para las nuevas generaciones.
Que duren mucho tiempo y podamos/áis verlo.
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