Las huellas marcadas a fuego durante la infancia son difíciles de borrar durante el resto de la vida. Incluso largos tiempos de olvido y separación de las raíces son incapaces de limpiar esas señales, cicatrices en el alma que perdurarán por siempre. Una de estas señales es la dejada por las películas del oeste vistas los fines de semana en la televisión y las largas horas de juego con muñecos de indios y vaqueros o de carne y hueso con nuestros amigos, tomando los papeles de sheriffs, mexicanos, pistoleros y demás folklore del lejano oeste. Me sigue gustando el western. El clima árido y desértico, la pólvora disparada, el whisky bebido y el misticismo indio me envuelven con su manto y me siento cómodo dentro de él, a pesar de todos los peligros que ello conlleva.
Esta colección de relatos me ha hecho pasar un gran rato recordando tiempos mozos y espoleando mi imaginación hacia otros venideros. Me he encontrado en ellos con justicieros solitarios, sheriffs corruptos, bandidos sedientos de sangre, mujeres y whisky comprado con dólares robados o con oro sacado de minas secretas. Pero aún hay más, y esto es lo mejor. Poco a poco se van colando en estas historias de toda la vida leyendas y supersticiones indias, entidades extrañas procedentes de otros mundos más ocultos y artefactos y prodigios más propios de un futuro venidero que le dan un nuevo toque de sabor que las hace todavía más deliciosas a nuestro paladar ávido de lecturas atrayentes e interesantes.
Sólo le pongo un pero a esta gran recopilación, y es la pobre maquetación de la obra, plagada de errores tipográficos y carente de una unidad en su forma y que varía mucho de un relato a otro. Dejándolo estar, y esperando que se subsane en futuras ediciones, me quedo sin dudarlo con el contenido, que ha sido totalmente de mi agrado y satisfacción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario