A medianoche quedé por fin liberado de la maldición que marcó negativamente el 2014. Por motivos laborales, la anterior Nochevieja tuve que sustituir las uvas de las campanadas por gajos de mandarina. En un principio me pareció una idea novedosa y simpática, pero viendo las circunstancias que acarreó no lo volveré a hacer en la vida y recomiendo a tod@s que no lo intenten en sus casas.
Una vez libre de estas cadenas, marcho hacia delante con optimismo y lleno de fuerza para afrontar todo lo que me ofrezca este año nuevo, que espero de todo corazón sea ya el definitivo para que todo el mundo (y no sólo unos pocos) sientan en sus vidas aires de felicidad.
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