Si en alguna ocasión te encuentras
sentado cerca de una hoguera en una fría noche de invierno y un
anciano se acerca para compartir conversación y un poco de calor,
escúchalo. Te contará una historia que ocurrió hace mucho tiempo,
las hazañas de un guerrero que vivió aventuras épicas acompañado
de buenos amigos y compañeros, que se enamoró y tuvo que luchar por
conseguir ese amor, y del que dicen que nunca murió...
Y en verdad que el anciano habló y
habló porque no se pueden contar más aventuras en este libro.
Ningún lector se podrá quejar de que no le pasan cosas al
protagonista. No hay paja ni relleno que sobre, incluso algún pasaje
se podía haber desarrollado más. El ritmo de la narración es
frenético, a lo que ayuda el pequeño tamaño de los capítulos. Y
aunque parezca una novela juvenil, el contenido que narra no lo es en
absoluto. Me recuerda en cierta manera al Oso Cavernario (ver enlace), en cuanto a los clanes con sus leyes y costumbres. Destaco
al personaje secundario Marpei, amigo del protagonista, cuya afición
por el vino y por las buenas historias son un gran aliciente además
de sus divertidos diálogos. Y me quedo con el recuerdo de que yo
también conozco a un inmortal, aunque este es de Ávila; y con el
estremecimiento al oir los tambores riaños, toda una prueba de fuego
para cualquier valiente que se precie.
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