Hoy no pondré excusas a la lectura de
este clásico. Da igual haberlo visto mil veces en forma de película
o de dibujos animados, incluso haberlo leído en la infancia, lo he
vuelto a leer porque realmente me apetecía. Me encanta el mundo de
los piratas y pienso que esta es una de las obras que mejor engloba
toda la idiosincrasia pirata. Además, se suma a estas ganas de
relectura el hecho de contar con una edición ilustrada que anima aún
más a devorar sus deliciosas páginas, si se me permite este
calificativo.
Stevenson refleja la vida pirata de
forma magistral, con personajes muy bien definidos que dejan huella
en nuestra memoria y serán difíciles ya de olvidar. Encabeza la
lista el Capitán Flint, que dará el pistoletazo de salida a la
historia y atraerá hasta el entorno del joven Jim Hawkins a toda una
recua de veteranos piratas o “caballeros de fortuna” como ellos
mismos se definen, donde destaca sin duda Long John Silver, el
zalamero tullido al que la falta de una pierna no le impide jugar a
dos bandas con total éxito. El autor los contrasta en su forma de vivir
desordenada y sin pensar en el mañana con las vidas ejemplares del
otro bando, donde el médico Livesey y el squire Trelawney encarnan
las virtudes de la vida acomodada y “normal”.
Me encanta el código pirata, esa
especie de democracia alocada que es capaz de poner orden y concierto
entre una banda de hombres que no acatan otro tipo de leyes y normas.
Personajes que viven al día, lo cual los hace dejados por un lado y
peligrosos por otro, porque no tienen nada que perder, siendo capaces
de vender a su propia madre por una botella de ron.
De mi primera lectura recuerdo que el
desarrollo me pareció lento en algún momento, especialmente durante
el episodio de la empalizada. En esta ocasión sin embargo, se me ha
hecho algo pesada la etapa de Jim como marinero novato, siempre con
el aliciente de no recordar el final del libro, lo cual ha hecho más
interesante aún esta relectura.
Y en cuanto a la edición de Libros del Zorro Rojo, no puedo objetar nada sino cubrirla de halagos: gran
formato, tapa dura, papel de gran calidad y el perfecto complemento
de las ilustraciones de Ralph Steadman, sobre las que extenderé un
poco más esta entrada.
Al principio, pequeños dibujos van
ayudando a meterse en la trama. Son simples esbozos de barcos o
paisajes, para poco a poco pasar al de los personajes. Si bien los
primeros guardan las proporciones, los de personas humanas son
grotescos y deformes, predominando el rojo sobre el negro,
enfatizando la idea de movimiento con superposiciones muy efectivas.
Los títulos de los capítulos, en inglés original, también son
rojos y vienen acompañados de salpicaduras muy inquietantes por las
evocaciones sangrientas que de nuevo nos traen a la mente. Sólo
poner un pero, y es que los dibujos a doble página no se ven bien
debido a la encuadernación del libro.
En fin, todo un placer haber recordado
este clásico ilustrado, lo que no entiendo todavía es por qué
engloban esta obra dentro de la literatura juvenil. Si no recuerdo
mal lo leí por primera vez en el colegio, cuando debía tener unos
doce años, y tanto entonces como hoy sigo pensando que no es un
libro para niños, sino apto para todos las edades.
¿Y sabéis qué es lo mejor? Que
todavía queda parte del tesoro en la Isla del Esqueleto. ¿Quién
irá a buscarlo?