Las referencias a la obra de
Abercrombie llevaban tiempo llegando hasta mí a través de varios
blogs como lo hacen las de otros tantos autores y libros, sin
embargo, parece que hasta que no suena una campanilla en mi interior
que da la voz de alarma frente a algo potencialmente interesante no
se tiene demasiado en cuenta. Por suerte, esa campanilla sonó y se
vio impulsada por otra pequeña cuestión más personal: buscando en
la wikipedia el orden de la bibliografía del autor para empezar a
leerla, me llamó la atención la fecha de nacimiento de Joe
Abercrombie, ya que nació en 1974 igual que yo. El hecho de ser
quintos genera inevitables comparaciones, y más en mi caso
que siempre ando buscando acicates para impulsar mi carrera de
escritor (si es que así puede llamarse). Con estas, comenzaba a leer
la trilogía La primera ley de una forma subjetivamente más
crítica, como si de un rival se tratase ¿será Abercrombie uno más
entre muchos?
Tras el paso previo inevitable de
orientarse dentro de la historia comienzo a sacar las primeras
conclusiones: Abundan los diálogos y la lectura tiene ritmo, los
personajes son muy diferentes y están muy bien definidos; el autor
recalca sus rasgos característicos de manera ejemplar y con
resultados muy satisfactorios. Un ceceo en el habla puede tornar más
inquietante aún a su pronunciador, una dolorosa cojera y una vida
rota pueden hacer sentir compasión por un torturador al que podemos
leer sus pensamientos en letra cursiva, o el aspecto orondo y
campechano de un mago puede despistarnos y tomarlo por otra persona
diferente con graves consecuencias por nuestro error. A la hora de
describir situaciones, no importa que sean combates de esgrima,
escenas de amor, batallas a muerte o enfrentamientos dialécticos al
más puro estilo de una serie de abogados, Abercrombie se mueve entre
ellas sin dar el menor resbalón. Y cuando parece que estamos leyendo
una historia real ¡zas!, surge la magia y la fantasía: una raza de
seres en los que sólo creen los que han luchado contra ellos o un
guerrero despistado y fuera de lugar en una ciudad que se transforma
de repente en un ser sanguinario y destructor. Todo ello situado en
una sociedad donde la diferencia entre clases es un barrera
insalvable para cuestiones como el amor o la proyección profesional
o donde se puede hacer un grupo de amigos compuesto por enemigos
derrotados. Me quedo con una cita del libro: “hay que valorar
las pequeñas cosas de la vida cuando no se tiene nada más”.
Y después de todo esto, la historia no
ha hecho más que empezar y queda mucho por venir. Después del
primer juicio al señor Abercrombie, no puedo hacer otra cosa que
quitarme el sombrero y reconocer su valía. Un buen ejemplo a seguir.
Pues si ya tenía ganas de leer algo de este autor, ahora ya sí que me has puesto los dientes largos por conseguir un libro suyo...
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