Mientras yo hacía mis primeros pinitos
sobre una tabla de surf, mi hermana y familia disfrutaban de sus
vacaciones en Estados Unidos. Uno de sus destinos a visitar era la
famosa playa de Malibu, que tantas veces ha sido nombrada en
películas y series de televisión; bien conocida por sus famosos
habitantes, sus chicas en bikini, los vigilantes de la playa y
también por los surfers que disfrutan de sus olas.
Según me contaron, el ambiente surfero
allí era increíble. Las furgonetas a pie de playa cargadas de
tablas donde los deportistas esperan con paciencia que vengan las
olas, y cuando estas llegan, surfers de todas las edades (más de uno
peinando canas) sobre un montón de tipos diferentes de tabla
disfrutando del mar en buen rollo y armonía. Con este decorado de
fondo transcurrió toda la mañana, hasta que después de comer algo
especial ocurrió.
Como otro surfer cualquiera, un chico
calvo enfundado en un neopreno azul se dirigió con su tabla hacia el mar.
Quizás debido a la modorra postprandial pocos se fijaron en él en
ese momento, pero cuando empezó a cabalgar las olas de forma
magistral el silencio cubrió la playa de Malibu. Ni mi hermana ni
sus acompañantes sabían quien era aquel tipo, pero seguro que era
alguien especial. Así lo demostraban los aficionados que se
acercaban a él cuando tras coger una ola llegaba a la orilla, y no
paraban de hacerse fotos con él y darle palmadas de aprobación
sobre la espalda. Hasta tal punto llegó esta situación que el pobre
surfer, tímido y abrumado por tanta expectación, renunció a
recorrer a pie la distancia que le separaba del punto de inicio para
comenzar a surfear de nuevo y optó por la opción de remar
contracorriente sobre su tabla para evitar dichas aglomeraciones. Sin
más, y con unas cuantas fotos de recuerdo de la experiencia, la
jornada vacacional acabó, al igual que las vacaciones unos días más
tarde.
Cual no sería la sorpresa que se
llevaron, cuando ya en su casa y digiriendo lo vivido, vieron la
noticia en el telediario de un nuevo premio para el más grande
surfer de todos los tiempos: Kelly Slater, un chico calvo y con un
neopreno azul. El mismito que habían visto en Malibu. Se pueden
decir muchas cosas sobre estos encuentros fortuitos: casualidades de
la vida, el mundo es un pañuelo, suerte...
Días después y tras contarle yo mis
experiencias surferas, me contaban ellos la suya, enviándome las
fotos para demostrar que era cierto lo que decían. Desde aquí yo
les doy las gracias por las fotos y por compartir esta historia
conmigo y darme permiso para compartirla con vosotros. Espero que os
guste.
3 comentarios:
Increible como lo has descrito, si hubieras estado alli, no lo habrias hecho mejor.
Si hubiera estado allí, habría sido uno de los brasas que perseguían a Slater para hacerme una foto con él.
Menuda suerte!!
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