Después de dos años y medio desde la lectura del primer libro de la trilogía (ver enlace), y de que la segunda parte criara polvo en la estantería, al fin encontré el tiempo y el ánimo necesario para enfrentarme a él. ¿Y por qué tanta resistencia? Por el sabor agridulce de la primera lectura, dulce por todo lo relacionado con el mundo maya y agrio por la excesiva para mi gusto ciencia-ficción que albergaba. Y mis temores se hicieron realidad.
Si bien he de reconocer que en muchas partes de la obra ( las más realistas), tiene ritmo y engancha, en otras más numerosas se estanca atrapado por extensas descripciones científicas que aburren y extraen al lector de la trama. Por otro lado, me he divertido imaginando ese posible futuro que nos espera cuando el autor describe por ejemplo un hotel-lupanar en Florida que haría las delicias de cualquier crápula de nuestra era. Tampoco ayudan los continuos vaivenes temporo-espaciales de los que se vale Steve Alten para trasladar la acción y que embarullan el desarrollo de la historia, sobre todo al final de la misma, donde el lío que se forma es morrocotudo y uno no sabe muy bien por donde se anda.
Me quedo sin dudarlo con el personaje de Lilith, curtida para hacer el mal desde su más tierna infancia (con ese nombre no nos podíamos esperar otra cosa), y que ameniza el relato con sus artes de mujer fatal. Y ya para acabar decir que queda la última parte por publicar. ¿Y qué hacer al respecto? Pues la verdad no lo sé, después de cada lectura me dan ganas de tirar el libro por la ventana, pero queda un pequeño ápice de curiosidad que me hace dudar. Supongo que lo publicarán el año que viene, coincidiendo con el famoso 2012, así que hasta entonces tengo tiempo de sobra para decidirme.
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