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miércoles, 5 de julio de 2017

Frankenstein, o el moderno Prometeo de Mary Shelley

Después de toda una vida con el arquetipo del monstruo con tornillos en las sienes rondando cada dos por tres a mi alrededor, por fin leo la obra original de la que proviene; una grata y muy recomendable experiencia ya que la creación de Shelley es una gran matriz base sobre la que se han construído innumerables versiones, casi todas ellas sobre celuloide, que han distorsionado y enrarecido de tal manera el original que es muy difícil distinguirlo de los añadidos.
Así veo que el auténtico Victor Frankenstein muestra tanto entusiasmo en obtener conocimientos científicos y poder llevar a cabo su soñada creación, como después una falta total de decisión para hacer frente a las ruinosas consecuencias de su afán por parecerse a Dios, acompañado de un ánimo depresivo que dan ganas de darle un buen bofetón para que espabile y deje de lamentarse, cosa que finalmente no sucederá. No quiere arreglarlo según las condiciones que le propone el monstruo para no hacer más daño a la humanidad, y sin embargo, parece que por ello tiene que sacrificarse él y los suyos.
Por otra parte, existe una extraña simpatía hacia el monstruo y la terrible carga de soledad y rechazo que tiene que soportar por haber sido creado con tan mal gusto.
Con esta lectura completo el triplete de obras maestras del terror según el maestro King (Drácula, Jekyll y Hyde y Frankenstein), de las cuales me quedo sin duda con Drácula como campeona con diferencia, aunque de las otras dos se aprende muchísimo también. En la que estamos tratando, el terror llega al pensar que algo o alguien puede hacer daño a los tuyos para compensar el mal causado por tus ambiciosas creaciones.
Y destacar, como en otras obras de Valdemar, el magnífico prólogo en el que se nos explica el proceso de creación del libro y de aquella mágica reunión en tierras suizas de donde surgió esta gran obra y otras de la literatura de terror. Gracias por ello.

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