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jueves, 26 de diciembre de 2013

Coppini

Germán Coppini siempre me pareció un tipo raro, un artista que dicen, de esos cuyas rarezas se consideran arte y se respetan. Para mí hubo dos Coppinis: uno el punk fundador de Siniestro Total que tanto me dio en mi juventud, y otro el tipo triste que cantaba aquello de malos tiempos para la lírica y que deseché pronto porque consideraba un traidor a sus comienzos. Con el tiempo y con más ejemplos aprendí que es lo que le suele pasar a los tipos de mente inquieta y creativos que en lugar de estancarse en un estilo evolucionan hacia otros aunque no sean muy del agrado de sus seguidores, cosa que les suele dar igual.
Y así hasta ayer cuando me enteré de su muerte. No sabía que andaba mal de salud ni tampoco que proyectos tenía en marcha. Como digo, hace muchísimo tiempo que dejé de seguirle la pista, pero eso no quita para agradecerle todo lo que me ofreció: cantar a toda pastilla letras graciosas y con poco sentido gritando al pollo de plástico que usaba como micrófono. Con esto me basta para llevarme un buen recuerdo de un pionero que abrió caminos para otros que no teníamos tanto valor o que no estábamos tan al tanto de lo que se cocía por otras partes del mundo musical.
Por todo esto gracias Germán, que allí donde te halles estés a gusto y encuentres gente interesante con la que pasar la eternidad, incluso si anda por allí un Ayatolah tocando lo que no debe y te molesta, tú tranquilo que ya sabes lo que le tienes que decir...

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