Antes de comenzar, recordar a La Espada en la Tinta, ya que gracias a ellos (y a la diosa fortuna) he tenido
la oportunidad de leer esta obra.
Destacar la gran edición de este
pequeño libro, con una maquetación muy atractiva con numerosas
ilustraciones y márgenes que se funden con la escritura en una
simbiosis perfecta. La verdad es que el libro entra por los ojos y no
se puede resistir la ocasión de comenzar a leerlo o por lo menos
ojearlo con agrado.
La lectura no puede comenzar de mejor
forma, porque leo la primera frase: “El monstruo apareció
pasadas las doce de la noche. Como hacen todos los monstruos”,
y me pongo a mirar el reloj a ver qué hora es no vaya a ser que el
monstruo también haya venido a mi casa. Después, y según van
pasando las páginas, la sensación de estar descolocado me invade, y
es que lo que creía que iba a encontrar en el libro no está. Es un
contenedor de varias historias dentro de una mayor, con una temática
totalmente diferente a lo que me esperaba por el título y las
ilustraciones y que no es lo que busco ni me gusta. Acabo el libro y
me siento desencantado. Me quedo con una frase a mitad de la obra:
“No siempre hay un bueno. Ni siempre hay un malo. Casi todo el
mundo está en un punto intermedio.”
No voy a criticar el libro porque haya
jugado al despiste conmigo. Ese título, esas ilustraciones de Jim Kay tan
oscuras que parece que casi no permiten detalle pero que sí lo
hacen, ese tejo plantado en mitad del cementerio... Todo prometía
llegar a otro lugar y sin embargo ha sido un viaje por una carretera
equivocada.
Como curiosidad reseñar el origen del
relato, escrito por Patrick Ness pero basado en una idea o unas notas
de Siobhan Dowd, escritora que falleció prematuramente de cáncer.
Quizá aquí está el quid de la cuestión.
1 comentario:
Buena reseña =)
Tengo muchas ganas de leerlo, a ver cuándo cae por casa...
Besotes
Publicar un comentario