Después de llevar años y años viendo
la representación de este clásico de la literatura en películas,
dibujos animados y teleñecos, creo que era buen momento para repasar
el original del maestro Dickens. Escrito en Diciembre de 1843, ciento
sesenta y nueve años después sigue tan vigente y aplicable en la
actualidad como en su concepción, lo que la convierte sin duda en
una obra maestra de las letras universales; así pues, dejaré mi
lengua suelta pues pienso que todo el mundo conoce bien la historia.
Ebenezer Scrooge, el odioso y querido a
la vez protagonista de esta novela corta, es definido por Dickens
como secreto, reprimido y solitario como una ostra, aparte de
otra serie de calificativos peyorativos entre el que destaca el de
avaro. Durante la noche del 24 de Diciembre vivirá la Nochebuena más
movida y estremecedora de su existencia. Sin invitación previa, recibirá
las visitas de varios espectros que le harán cambiar su modo de vida
austero y ruin y conseguirán que su corazón, duro como una
piedra, logre ablandarse como esa carne de caza salvaje que hay que
cocinar durante horas y horas para que resulte comestible.
El primer fantasma en visitarle será
el de su difunto socio Marley, que le avisará de la que le viene
encima apremiándole a enmendarse y no seguir sus pasos y los de
muchas otras almas en pena que vagan cargadas de cadenas. Tras él, y poniendo a
prueba la capacidad para erizarse de los pelos de Scrooge, irán
pasando por su frío dormitorio los fantasmas de las navidades del
pasado, presente y futuro, en una jornada de puertas abiertas de los
corazones más cercanos al viejo Ebenezer.
Poco a poco y durante una noche más
larga de los normal, Scrooge rememorará su infancia, verá como vive
su pobre empleado Bob Cratchit y su familia en Camdem Town (buen
barrio), lo que piensa su sobrino y su familia de su miserable forma
de vida, y de lo triste y solitario que será su futuro además de las
posibles repercusiones en los que le rodean si no cambia de actitud. La transformación
se obrará en el momento en que todos los aspectos que Scrooge solía
calificar como paparruchas, tomen un verdadero sentido para él y se
vea inundado del espíritu de la navidad.
Destaco de estas páginas la narración
del día de Navidad según lo ve el Espíritu del presente, con sus
contrastes entre el mal tiempo reinante y la felicidad que embarga a
los habitantes de Londres, sean ricos o pobres; el conmovedor
personaje del pequeño Tiny Tim y el terrorífico silencio del
Espíritu del futuro.
Merece la pena dedicar un
tiempo a leer esta obra, ya que se recuerdan o descubren detalles que
se olvidaron o perdieron en los otros formatos, y no viene mal
aplicarse un poco el cuento aunque sea aprovechando estas fechas
donde sentirse conmovido parece lo más normal del mundo. Tampoco vendría mal para
muchos hacerlo durante todo el año, recorrer esta especie de camino
iniciático en el que tiene que morir el yo que conocemos para que
nazca uno nuevo y renovado.
La verdad es que, cediendo un poco a ese espíritu (y no es que yo sea muy de navidad, precisamente) apetece leer en estos días a clásicos como este libro de Dickens.
ResponderEliminarFelices fiestas. ;)