El sobrino bisnieto de Bram Stoker y su amigo experto en Drácula se han atrevido a darle la vuelta a la tortilla que cocinara su antepasado hace un siglo. Parecía una buena idea hasta que la tortilla se salió de la sartén y cayó al suelo de la cocina dejándolo hecho un asco. Antes del desastre habían probado el guiso, y como les supo a gloria quisieron añadir algún ingrediente de su propia cosecha. Pero el cocinero original había terminado con el bote de la imaginación y los dos aprendices se dedicaron a coger lo primero que tenían a mano: una condesa sangrienta por aquí, unos crímenes sin resolver por allá, una pizca de barco a punto de zozobrar... Incluso osaron añadir una parte de la memoria del ilustre antepasado. Pero ¿qué pasó? que los ingredientes originales se desnaturalizaron perdiendo su sabor y adquirieron otro artificial y superfluo que arruinó lo que primigeniamente fue un plato exquisito.
Los dos pillos se libraron de una buena reprimenda sólo por el hecho de que el tío bisabuelo Bram hacía ya mucho tiempo que se había marchado a cultivar su jardín, pero para nosotros quedó el trabajo sucio de limpiar el suelo de la cocina de una amalgama sin sabor a novela y sí a comic de superheroes.
Lástima no haber ido a comprar antes del experimento un poquito de imaginación a la tienda de la esquina, nos habríamos ahorrado este mal trago.
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