Una de las imágenes que se me quedó
grabada en la infancia fue la de mi abuelo Paco leyendo el Quijote.
No era un hombre de letras, ya que aprendió a leer y escribir durante la Guerra Civil (se
puede decir que sacó algo positivo del conflicto), y por lo que me
contó, llegó hasta esta situación tan inusual hoy en día porque su etapa escolar consistió en entrar por la puerta del
colegio y al minuto salir por otra puerta, ventana o lo que mejor le
viniera.
La cuestión es que mi abuelo se
sentaba en la mesa camilla con su voluminoso ejemplar del Quijote y
comenzaba a leer. No era necesario mucho tiempo para que empezara a
reírse, y las risas iban tan en aumento, que el siguiente paso era
siempre quitarse las gafas para limpiarse las lágrimas con un
pañuelo de tela que guardaba en su bolsillo doblado con pulcritud.
–¿Qué te pasa, abuelo? –le
preguntaba yo con curiosidad.
Y siempre respondía lo mismo:
–Es que Alonso Quijano está como una cabra –y
continuaba riendo.
Hablando con él en otras ocasiones que
se repitió el episodio, me comentó que había leído el Quijote
infinidad de veces, y que ahora se entretenía abriéndolo al azar y
disfrutando de cualquier aventura que la suerte le echara a la cara.
No me da vergüenza confesar que no he
leído el Quijote. No tengo ninguna excusa que me exima de ello; ni
que me obligaron a leerlo en el colegio y le cogí manía o que
todavía no he tenido ocasión de enfrentarme a él. Lo que sí diré
es que, como a tantos otros de mi generación, pienso que nos lo sirvieron en bandeja a través de otros medios. Primero por una excelente serie
de dibujos animados con mejor aún sintonía de apertura, y después
con una magnífica serie de televisión donde Fernando Rey hacía de
Don Quijote y mi querido e idolatrado Alfredo Landa tenía el papel
de Sancho Panza. Esto hizo que muchas escenas del libro se hicieran
archiconocidas llegando incluso al aburrimiento por repetición.
Sin embargo, últimamente recuerdo
mucho a mi abuelo y sus divertidas lecturas, y con la estupenda
oportunidad que me da la plataforma Kindle para abordarlo, y el
tiempo que ya ha pasado desde que vi las series, me animan más que
nunca a leerlo de una vez por todas. Aunque siempre tengo el temor de que, como a su protagonista, se me seque el seso de leer libros de caballerías.
Yo tampoco lo he leído, tampoco me da vergüenza reconocerlo, aunque con "La colmena" me pasa como a tu abuelo.
ResponderEliminarEs que no es un libro para niños, y ahora de mayor como que tampoco me apetece mucho...aunque en el fondo los tíos siempre somos niños ; )
ResponderEliminarSaludos
animo chaval, que los mayores saben lo que hacen y hay que seguir su ejemplo.
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