Jamás había oído hablar del ritual de la quema de sanguijuelas, pero por los Dioses Antiguos que juro que no olvidaré su eficacia. Mientras en el Norte cruzaba el Muro varias veces y en ambos sentidos, preguntándome si alguna sería la última vez, en los Siete Reinos se producía un cambio generacional, aunque no siempre los jóvenes sucedían a los ancianos. En más de un caso fue al revés.
El invierno cada vez está más cerca y a las traiciones entre casas se suman las que surgen dentro mismo de ellas. Y es que ya no se respeta nada. Cada vez me siento más cercano al pequeño gran Tyrion, igual que el se siente cada vez más lejano de los Lannister. Reconozco haber leído despacio y con muchísimo gozo algún que otro pasaje de esta historia, recreándome en detalles quizás algo macabros pero muy reconfortantes. Sólo siento un pequeño desazón en mi garganta, y no es otro que el de tener que aguantar a algún personaje que daba por muerto pero que por obra y gracia de no sé que extraña magia o poder vuelve a pisar el mundo de los vivos.
Suspendo voluntariamente mis viajes nocturnos a los Siete Reinos. Será hasta el año que viene en el que si todo va bien, ya que he sido un chico bueno, tendré entre mis manos el cuarto volumen de la serie. No me despediré sin enviar antes al bueno de George R. R. Martin un "empujón" de ánimo para que publique de una vez la quinta parte y si no es mucho pedir también la sexta para que se me quite la incertidumbre de ver acabada alguna vez esta gran obra de la literatura.
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