Pese a encontrarse a tan sólo 30 kilómetros del archiconocido Stonehenge, el círculo de Avebury no recibe ni una tercera parte de los curiosos que visitan la zona. Y no es por demérito del colosal monumento, al que se puede acceder con total libertad, gratuidad y la enorme posibilidad de tomar contacto directo con las piedras que lo forman.
Con alrededor de 5000 años de antiguedad, noventa y ocho piedras formaban en principio uno de los mayores círculos de piedras conocidos, aparte de otras cuantas que daban forma a los dos círculos interiores de menor tamaño que contenía. Hoy en día quedan muchas menos, sobre todo en los círculos interiores, pero aún es posible hacerse una idea de lo que debía ser en su momento de máximo esplendor.
Muchas de las piedras desaparecieron al ser utilizadas como material de construcción de la pequeña aldea de Avebury, que se fue intercalando en el paisaje megalítico acompañada de varios caminos y carreteras que dividen el círculo en cuatro secciones. Es de destacar que la iglesia del lugar quedó fuera del círculo. Por lo visto sus constructores pensaron que era mejor no mezclar lo pagano con lo religioso por si las moscas.
Su utilidad y propósito no está claro. Se cree que los círculos interiores tenían que ver uno con el sol y otro con la luna. Aparte se le atribuye un significado relacionado con la fecundidad ya que se han identificado dos tipos de piedra: femeninas trapezoidales y masculinas fálicas, que en algún momento del calendario entran en contacto a través de las sombras que proyectan, como si de un acto de apareamiento se tratara. Además no podemos olvidar el ritual funerario, ya que está en comunicación a través de largas avenidas con otros círculos y monumentos funerarios de los alrededores.
Pasamos un buen rato en Avebury, acompañados de la fauna local (ovejas), disfrutando del atardecer. Pudimos experimentar la relajante sensación que se tiene al tocar las piedras sin ningún impedimento ni restricción. Lo que no hicimos fue visitar el pub local, The Red Lion, donde se rumorea que habita uno de los fantasmas más famosos de Inglaterra, una dama blanca de nombre Florrie que fue asesinada por su marido y vaga por el lugar. Y no lo hicimos porque acabo de enterarme mientras me documentaba para escribir la entrada. Según dicen lleva allí desde los tiempos de la Guerra Civil Inglesa, así que supongo que la próxima vez que pase por allí todavía tendré ocasión de visitarla.
Este es el relato que me interesaba a mí, que no sólo de Stonehenge vive el amante del megalito. Para variar, Mr. Gibs aporta nuevos conocimientos y emplazamientos con los que amenizar tus viajes. Y qué ricas esas cervezas heladas por presencias fantasmales! Abrazos lupinos
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