Érase una vez un gato que comía lenguas. Vagaba por pueblos y ciudades observando a sus habitantes. No llamaba la atención, pasaba inadvertido mientras escogía con cuidado su alimento. Se fijaba en aquellas personas que no se comunicaban, que eran calladas por timidez o por falta de ingenio. Por la noche, amparado por la oscuridad y el silencio las visitaba en sus dormitorios, y mientras dormían con placidez les comía la lengua.
Al día siguiente despertaban espantados ante tamaña pérdida, y entre sollozos y lamentos se arrepentían de no haber usado con más fluidez el músculo que les faltaba. Cuántas cosas tenían que decir ahora que no podían, que desdichados se sentían.
Tengan cuidado mientras duermen si escuchan un ronroneo cerca, puede que el gato comelenguas esté al acecho. O mejor aún, úsenla para comunicarse con los demás, hablen, comenten, no la utilicen sólo para pegar sellos y entonces estarán a salvo.
Tengan cuidado mientras duermen si escuchan un ronroneo cerca, puede que el gato comelenguas esté al acecho. O mejor aún, úsenla para comunicarse con los demás, hablen, comenten, no la utilicen sólo para pegar sellos y entonces estarán a salvo.
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