En el Valle del Cernícalo no hay segundas oportunidades. O juegas bien tus cartas y tu apuesta es ganadora o lo pagas con tu vida. Chester W. Gibson perdió la apuesta. El afán por abrazar el calor de una mujer le hizo escoger una ruta alternativa para llegar antes al refugio de sus faldas, pero resultó fatal. Ahora estaba tirado en medio del desierto, sin agua y con pocas esperanzas de volver a ver los ojos de la mujer que amaba.
Su fiel compañero yacía a su lado junto a él. La respiración del caballo mestizo cada vez era más lenta y superficial. Ambos cerraron los ojos despidiéndose y preparándose para lo peor.
No supo si lo había soñado o era real hasta un tiempo después. Le pareció ver un pájaro inmóvil sobrevolando su cabeza. No se movía. Un pequeño aleteo de vez en cuanto y poco más. Después desaparecía y al poco rato volvía a aparecer. Así varias veces hasta que un rostro quemado por el sol lo protegió de los rayos del sol y le dio un trago de agua.
Esta es la historia de como Chester conoció a Pluma Ligera y a su cernícalo amaestrado. Fueron su comodín en esta partida y le permitieron seguir apostando en el difícil juego de la vida.
No supo si lo había soñado o era real hasta un tiempo después. Le pareció ver un pájaro inmóvil sobrevolando su cabeza. No se movía. Un pequeño aleteo de vez en cuanto y poco más. Después desaparecía y al poco rato volvía a aparecer. Así varias veces hasta que un rostro quemado por el sol lo protegió de los rayos del sol y le dio un trago de agua.
Esta es la historia de como Chester conoció a Pluma Ligera y a su cernícalo amaestrado. Fueron su comodín en esta partida y le permitieron seguir apostando en el difícil juego de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Aprieta la tecla, que no da calambre.