Qué buen plan para una tarde fría y lluviosa de invierno quedarse en casa oyendo el radio estadio. Seguir minuto a minuto todos los partidos de primera, segunda y regionales. Cada vez que marcan gol suena un sonido característico y el locutor canta hasta quedarse sin voz, esperando con impaciencia que digan de quien es el tanto. Esa impaciencia que dura unos segundos se hace eterna si tu equipo se la juega o si el contrario le pisa los talones.
Recuerdo cuando hacía la quiniela, cuantas veces los resultados me iban favoreciendo y según pasaba el tiempo todas mis ilusiones se iban al traste, que gran aliciente.
Aún no he llegado al extremo de los que pasean ya en las tardes de primavera junto a su mujer con el pinganillo en la oreja y el transistor en el bolsillo. Eso si, con la caballerosidad de tapar solo un oído y dejar el más cercano a la esposa para que no se enfade demasiado.
Aún no he llegado al extremo de los que pasean ya en las tardes de primavera junto a su mujer con el pinganillo en la oreja y el transistor en el bolsillo. Eso si, con la caballerosidad de tapar solo un oído y dejar el más cercano a la esposa para que no se enfade demasiado.
Una vez te recuperes de la regresión pasarás al transistor.
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