La Loca Juana vino a cenar con nosotros la otra noche. Su visita tuvo dos partes bien diferenciadas que pasaremos a relatar según se fueron desarrollando.
Primera Parte: "No te conozco mucho pero no me caes bien".
Juana se mostró turbia, con poco gas y los sedimentos propios de su crecimiento artesano, y una espuma que desapareció pronto. Su sabor era áspero y rasposo en la garganta y el paladar, invadido por completo por el cereal. Los campos de Castilla en verano vinieron a mi recuerdo.
Segunda Parte: "Nos vamos conociendo y no pareces tan arisca como creía".
Con un recibimiento tan hostil buscamos una diplomacia que nos ayudara en nuestra relación. Y la encontramos en la etiqueta trasera donde decía: "Yo Juana, ordeno a mis vasallos serme fieles y leales con una rodajita de naranja y siempre con moderación". Raudos y veloces buscamos la rodajita en cuestión y todo mejoró notablemente después.
Juana adquirió un aroma y un sabor que nada tenían que ver con lo anterior. El sabor del cereal se diluyó con la fruta naranja y se hizo gracias a Dios mucho más agradable al olfato y al paladar. Nuestros espíritus se unieron y combinaron en la cabeza, donde subieron con rapidez pese al 5,6% de alcohol que podría insinuar lo contrario.
En fin, otra experiencia cervecera más que quedó en terreno neutral si tenemos en cuenta ambas probaduras, con y sin naranja.
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