Contaba allá por el año 2009 (ver enlace) los recuerdos de mis primeros contactos con el mundo del misterio. Fue de la mano de un hombre de rostro peculiar en el que destacaban sus características bolsas debajo de los ojos y su despacho de inquietante decoración inundado de humo de tabaco que le daba un aire aún más misterioso. Se trataba del Profesor Fernando Jiménez del Oso, pionero divulgador en nuestro país de multitud de temas catalogados de extraños o fuera de lo normal. Su seriedad al abordar cuestiones que para otros no eran más que chaladuras y cuentos de viejas, acompañado de su sugerente tono de voz, te transportaban de forma hipnótica ya fuera tanto al triángulo de las Bermudas como a las pirámides de Egipto o de México. Aquel hombre sembró su semilla de curiosidad y búsqueda de lo desconocido en una generación entera, y sus frutos se vieron unos años más tarde cuando hubo algunos de aquellos jóvenes que siguieron sus pasos.
Yo tuve el enorme privilegio de conocerlo en persona en 2003. Fue un encuentro fugaz durante la presentación de uno de sus últimos libros, precisamente titulado En busca del misterio. Pude cruzar unas cuantas palabras con él y me sentí afortunado. Anhelé que aquel encuentro hubiera sido más extenso o que se hubiera repetido en alguna ocasión posterior, pero por desgracia aquello nunca ocurrió. Me quedó el recuerdo de un gran hombre, cuya seriedad quedaba a un lado en cuanto la conversación fluía y su enorme sentido del humor aparecía rompiendo clichés creados por la barrera de la pantalla de televisión. Como consuelo nos queda todo el material que grabó y escribió y cuyo legado está disponible para que nuevas generaciones aprendan de su buen hacer.
Y precisamente hablando de legado, mis pasos vuelven a encontrarse con su carismática figura. Esta vez a través de una de las personas más cercanas a él, su propio hijo. En una recopilación de recuerdos y conversaciones entre él y su padre, nos irá desgranando toda su andadura con la excusa de encontrar el mayor misterio al que se enfrentó el Profesor en su búsqueda. En sus páginas se recogen multitud de entrevistas con aquellos que primero fueron seguidores, luego alumnos o discípulos, y que posteriormente continuaron en la senda del misterio de forma profesional. Especialmente interesantes e inspiradores me han parecido los capítulos con Pedro Amorós sobre la vida y la muerte y la estrecha franja que las separa o las une. Pero la principal cuestión que se trata es la relación entre un padre y un hijo que debido a los múltiples viajes y compromisos del primero, dejó cuentas pendientes en el segundo que debían ser saldadas, y en este libro se encuentra la respuesta.
Por mi parte, he disfrutado sobremanera del libro, recordando muchas cuestiones que ocupaban un lugar recóndito de mi memoria y descubriendo otras muchas más. Llega en un momento de mi vida en el que estoy tratando de recuperar lo que me gusta en realidad y que diversos avatares de la vida han relegado injustamente a un plano secundario o terciario de mi actividad. Sirva esta lectura para devolverme al mundo del misterio que tanto me atrajo en mi juventud y que vuelve a tomar relevancia de nuevo. Gracias por ello.
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