Comienzas a ver una serie por diversos motivos: unas veces te la recomiendan tus amigos o conocidos, otras veces las recomendaciones vienen de Internet en blogs y demás, otras porque conoces su procedencia, ya sea su autor o el libro original; y otras porque ves su cartel publicitario y éste te transmite lo suficiente para seguir adelante con garantías.
En el cartel de Carnival Row vi una ambientación steampunk y un enfrentamiento entre humanos y otra raza diferente, representados dichos bandos por un hombre y un ser femenino, lo que dejaba entrever que una relación de amor-odio o similar estaba presente. Ingredientes suficientes para un buen guiso hecho a medida de mi particular paladar.
Y vista la primera temporada, ningún arrepentimiento sino todo lo contrario: satisfacción plena y ya estoy esparciendo las semillas para que broten entre los espectadores que tengo a mi alrededor y los más lejanos a través del blog.
Yo encontré una magnífica ambientación llena de fantasía bien conexionada, un montón de racismo y sus consecuencias (desgraciadamente posible en el mundo real), magia de la buena con un delicioso toque lovecraftiano y politiqueo y luchas de poder salpimentados, al igual que el resto de la serie, con suficiente cantidad de sexo prohibido y atrayente a partes iguales. Resultado: un plato de sabor excepcional que ha sigo degustado pecando sin miramientos de gula; y como no podía ser de otra forma, sin regustos amargos ni ardores de última hora. Y mientras espero una nueva ración, os invito a degustar semejante manjar antes de que otros os lo cuenten y os desvelen más detalles de su supremo sabor, que también los hay.
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