Segundo episodio de las aventuras de
nuestro ya conocido elfo oscuro Drizzt Do’Urden (ver enlace), que
va creciendo y teniendo cada vez más vivencias a lo largo y ancho,
si vale la expresión, de los túneles y cavernas que forman la
Antípoda Oscura.
Como indica su título, Drizzt vivirá
en soledad el forzoso exilio fuera de su ciudad, lejos de su familia,
y sobre todo, lejos de todas las guerras encubiertas, traiciones y
ansias de poder que caracterizan al pueblo drow. Sin embargo, esta vida
de ermitaño tiene sus peligros, pues la variopinta y prolífica fauna y
flora que puebla el mundo subterráneo le convertirán en un cazador
implacable con frecuentes remordimientos de conciencia en un continuo
y estresante “matar o morir”. A pesar de los pesares, no todo será malo en
su errático devenir y algún sitio para los sentimientos positivos
habrá.
Entre innumerables combates a muerte,
las reflexiones del protagonista al principio de cada capítulo nos
hacen ser partícipes de las ideas que le atormentan y de sus deseos
para el futuro, creciendo la empatía con el elfo oscuro. Y aunque
sintamos algo de claustrofobia con tanto túnel y tanta oscuridad,
merecerá la pena el buen final que nos espera tras nuestro viaje,
donde veremos como pueden darse la vuelta acontecimientos que
parecían inamovibles.
¡Magga Cammara! ¡Qué no acabe esta
historia, ahora que vamos a ver la luz!
Algún día tengo que ponerme con el bueno de Drizzt...
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