Tras visitar el campo de batalla y
alrededores hace unos meses, y después asistir a los actos
conmemorativos del bicentenario de la confrontación, me quedaba
pendiente profundizar un poco más en lo ocurrido en aquella jornada
veraniega de 1812. Para ello, y echando mano de lo más cercano que
tenía, nada mejor que este libro que ocupaba su lugar en la
estantería desde hace unos cuantos años, y al que le llegó el
momento de ser rescatado.
Comentando el origen del libro con un
experto en la materia como es Miguel Ángel Martín Mas, me comentó
que es una traducción de Salamanca 1812 de Rory Muir,
que por aquel entonces no estaba disponible en español. En la
actualidad ya está traducido y publicado en su totalidad, así que
seguro que es más fácil de conseguir que esta edición que fue
editada por una entidad financiera local, por si alguien se anima a
leerlo.
La primera impresión hacia el libro es
de densidad por la disposición y tamaño del texto, ya que aunque
abundan los mapas y fotografías en muchas páginas y en la parte
final tiene un anexo con grabados y más mapas de la época, las
abundantes páginas pobladas de letra menuda amedrentan en cierta
medida al lector que se asoma a ellas. Sin embargo, y superada la
inicial toma de contacto con nombres de personajes y términos de
organización militar, la cantidad de detalles y curiosidades que
aporta hacen que la lectura esté llena de alicientes para seguir
adelante.
Conocía algunos retazos de la batalla
gracias a las visitas y charlas de hace unos meses, pero según voy
leyendo, me asombro cada vez más de lo importante que fue Arapiles
tanto para la historia de España como para la de Europa. Y crece mi
desazón porque he llegado a este tema por mis propios medios, ya que
en mi etapa escolar no tuve ningún conocimiento de ella, y eso que
compartimos la localización.
Tranquilos que no contaré aquí el
desarrollo de la batalla porque tiene mucha miga y además no sería
capaz de hacerlo. Tan solo relataré lo que más me ha llamado la
atención de lo sucedido aquel día. Para empezar y ser un poco más
exactos, no todo sucedió el 22 de Julio, sino que durante muchos
días antes los dos ejércitos se movían por tierras castellanas
jugando al gato y al ratón. Destacar la llamada Marcha Paralela del
20 de Julio, cuando los dos ejércitos caminaron en línea durante
muchas millas vigilándose mutuamente y esperando cualquier error o
despiste del contrario para aprovecharlo y comenzar el ataque.
Impresiona imaginarse a casi 40.000 hombres de cada bando, aparte de
todos sus pertrechos, realizar semejante movimiento. Durante este
acercamiento las escaramuzas fueron frecuentes, en especial una que
casi estuvo a punto de costarle la vida al Duque de Wellington a la
altura de la Guareña y que sin duda habría cambiado el curso de los
acontecimientos.
El Pico de Miranda |
Tanto Wellington como el Mariscal
Marmont no querían enfrentarse a no ser de encontrarse en una
posición ventajosa sobre el enemigo, cosa que no sucedió hasta el
día 22 cuando un movimiento erróneo de Marmont desató la batalla.
Hay mucha controversia en cuanto a si Marmont fue el responsable de
tal movimiento, pero por lo que parece sí fue el culpable, y su
excusa de ser herido en el combate no es razón para escurrir el
bulto porque las órdenes ya estaban dadas. El caso es que el ala
izquierda del ejército francés se separó más de lo necesario del
resto y Wellington aprovechó al ocasión para comenzar el ataque. El
brutal encuentro tuvo lugar en el Pico de Miranda, donde los
franceses fueron cogidos por sorpresa y fueron masacrados. Cuesta
pensar que en un breve periodo de tiempo allí murieron alrededor de
2600 hombres entre los dos bandos. El otro día estuve allí, pues
queda justo al lado de la carretera, y lo que hoy es un campo normal
de cereales hace doscientos años fue testigo de una carnicería. La
batalla siguió su curso con un contraataque francés que fracasó y
después el ejército galo se vio obligado a huir en desbandada hacia
Alba de Tormes. Resumiendo mucho destaco la carga de caballería del
inglés Le Marchant, militar de prometedor futuro que se dejó la
vida en Arapiles; y la labor de protección del ejército en retirada
del francés Ferey, que dio su vida para que muchos de sus
compatriotas se salvaran. Al día siguiente en Garcihernández tuvo
lugar un ataque de caballería de gran fama entre los alemanes que
acompañaban a Wellington y que también fue un baño de sangre en
ambos bandos. Así contado son sólo unas cuantas líneas de texto,
pero el resultado en vidas humanas fue bestial, unas 14000 bajas
francesas y 5000 inglesas sólo el día de la batalla, más todas las
que acontecieron los días venideros. Murieron más soldados que la
población de la capital salmantina en aquellos años si sirve de
ejemplo.
Se dice que el ejército español, si
puede llamarse así la representación que acompañaba al ejército
inglés, no participó de forma activa en la batalla. Lo que si es
verdad y de gran importancia fue la labor de los guerrilleros
españoles durante toda la guerra en las tareas de interceptación de
cartas y mensajes franceses. Tuvo un doble valor, ya que privaba a
los franceses de información imprescindible para planificar sus
movimientos, y daba a los ingleses una ventaja primordial para
confeccionar sus estrategias.
Y para terminar, las consecuencias que
derivaron de la batalla fueron más o menos las siguientes:
Wellington fue elevado a los altares de la estrategia militar
teniendo su cenit en Waterloo, y Marmont fue procesado por la
derrota que a la postre significaría el principio del fin para
Bonaparte. Las excusas de Marmont para intentar justificar la derrota
no fueron escuchadas y su relación con Napoleón, que le había
tratado como un hijo, se deterioraron hasta el punto de que llegó a
acusarlo de traición al entregar París en los últimos estertores
de la época napoleónica. Dicen que Wellington y Marmont se vieron
años después de la batalla y comentaron aspectos varios de la
batalla, como si de un partido de fútbol se hubiera tratado, lo cual
me recuerda aquella canción que decía: “Todos en el mismo
carro, ellos arriba yo abajo...”
Mucha más información en:
Soy Nicolás Benet, editor del libro. Comentar tan sólo que no es una traducción del libro de Muir, como dice Martín Más. Es la traducción de varios capítulos de las obras sobre la Guerra de Independencia de Sir Charles Oman y de William Francis Napier , y uno de Muir, menor, relativo a la composición de los dos ejércitos. Sólo esta precisión
ResponderEliminarMuchísimas gracias por su aclaración y todo un placer que haya leído el blog. Un fuerte abrazo.
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