"Que un artista tan genuino pereciese mientras cientos de plumíferos deshonestos continúan inventando fantasmas, vampiros, naves espaciales y detectives de lo oculto espurios, resulta verdaderamente una triste muestra de ironía cósmica."
H. P. Lovecraft
Esto, entre otros halagos, decía el genial Lovecraft en recuerdo de Robert E. Howard tras su prematura muerte con tan solo treinta años. Y es que ambos autores compartían numerosas fuentes de inspiración, lo que hace que sus obras tengan un paralelismo creativo y que incluso se entrecrucen en más de una ocasión.
Howard le da un toque más medieval que Lovecraft a sus creaciones, transportando a sus personajes al pasado tras accidentales golpes en la cabeza mientras recorrían escenarios comunes a ambas épocas; o directamente a través de guerreros colosales como Turlogh O'Brien el Negro. Otra posibilidad es recordar vidas pasadas en los momentos previos a la muerte del personaje, como le ocurre al honesto James Allison en varias ocasiones.
Y como no podía ser de otra forma, Howard también posee un libro maldito al estilo del lovecraftiano Necronomicon (citado en varias ocasiones en estos relatos), y que no es otro que los Cultos sin nombre de Von Junzt, peligroso ejemplar que nos narra el poder oculto de la Piedra Negra, idolatrada por los Hijos de la Noche en tiempos de la antigua raza de los Pictos, y que puede dar más de un susto a los osados curiosos que lean sus páginas.
También podemos encontrar unas cuantas historias ambientadas en el medio oeste americano, donde el autor residía. Encantadoras narraciones con indios, venganzas de los hasta hace poco esclavos negros y mucho ambiente sobrenatural. Y yo que creía que este era un campo todavía virgen (pobre ignorante de mí).
Magnífico sabor de boca me deja el autor del celebérrimo guerrero Conan, con entrañables aventuras de corte clásico al más puro estilo de Tarzán y otras con las que he sentido miedo de verdad. Ya lo avisa Stephen King en la contraportada: el relato Las palomas del infierno le gustó especialmente, y a mí me trajo de cabeza en más de una noche oscura en la que me pareció escuchar un silbido embriagador en la lejanía...
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