Hace unas semanas, el amigo DGM y un servidor acudimos al concierto de la banda Blues on the Rocks. El evento se presentaba como un buen momento para escuchar versiones de clásicos del rock entre amigos y poco más, aunque un par de acontecimientos consiguieron que la noche fuera más entretenida de lo esperado.
Ya conocíamos de anteriores conciertos a dos de los componentes de la banda: el batería y el guitarra principal, a los que se unían sobre el escenario un guitarra rítmico y ¡oh! primera sorpresa de la noche, una chica bajista. No le prestamos mucha atención en un primer momento, ya que estábamos más entretenidos en degustar nuestra cerveza y comentar lo contento que debía estar en aquellos momentos John Fogerty, viendo como sus ingresos por royalties subían como la espuma, puesto que fueron más de uno y más de dos los temas de la Creedence que versioneó la banda. Fue en un momento dado cuando caímos en la cuenta de que cada nota que tocaba la bajista retumbaba en nuestro pecho debido al alto volumen del instrumento. A partir de este momento se sucedieron los comentarios del tipo: "oye, pues no toca mal la chica", "Mira con que gracia se vuelve a colocar la correa que se le había desenganchado" o "No está mal la rubia"...
Ya conocíamos de anteriores conciertos a dos de los componentes de la banda: el batería y el guitarra principal, a los que se unían sobre el escenario un guitarra rítmico y ¡oh! primera sorpresa de la noche, una chica bajista. No le prestamos mucha atención en un primer momento, ya que estábamos más entretenidos en degustar nuestra cerveza y comentar lo contento que debía estar en aquellos momentos John Fogerty, viendo como sus ingresos por royalties subían como la espuma, puesto que fueron más de uno y más de dos los temas de la Creedence que versioneó la banda. Fue en un momento dado cuando caímos en la cuenta de que cada nota que tocaba la bajista retumbaba en nuestro pecho debido al alto volumen del instrumento. A partir de este momento se sucedieron los comentarios del tipo: "oye, pues no toca mal la chica", "Mira con que gracia se vuelve a colocar la correa que se le había desenganchado" o "No está mal la rubia"...
Así se fueron sucediendo los temas clásicos interpretados por la banda: The Doors, los Rolling Stones, Jimi Hendrix, los susodichos Creedence... Hasta llegar al segundo momento álgido de la noche. Mientras la banda tocaba Sweet Jane de Lou Reed, coincidimos en la barra con un personaje que habíamos observado cantando y bailando con fervor en las primeras filas, y que se acercó por casualidad a nosotros en un momento de repostaje etílico. No sé que vería en nosotros pero enseguida empezó a relatarnos una batallita de su juventud, pues se trataba de un viejo lobo rockero vestido con piel de corbata que se despojaba de su disfraz a cada trago que daba. Nos relató que en sus tiempos mozos, de los cuales hacía ya la friolera de treinta y cinco años, había coincidido en París con los mismos sones del Sweet Jane interpretados en la sala Olimpia por el propio Lou Reed en persona, y que según lo que nos contaba, estaba en un estado lamentable, sujetado por una silla de ruedas y con un aguijón artificial colgando del brazo. Nos pareció curiosa la anécdota y por eso la reproduzco aquí.
La noche siguió versión tras versión durante un tiempo más, aunque nosotros ya nos íbamos satisfechos por haber coincidido con la señorita Susie Q (que así fue presentada en sociedad) y por haber escuchado una batallita rockera para nuestro repertorio histórico musical que crece día a día, o mejor dicho, noche a noche.
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