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lunes, 7 de septiembre de 2009

El Nombre del Viento de Patrick Rothfuss.

Si os hablo de un joven que quiere ser mago y para conseguirlo debe ir a una escuela donde es muy difícil ser admitido seguro que os suena a Harry Potter. Pues no, no tiene nada que ver esta historia aunque mantengan un posible paralelismo separado por el infinito.
La mente del joven Kvothe no es como la de los demás muchachos de su edad, está más despierta de lo normal y es una esponja que absorbe todo el conocimiento que se pone a su alcance. La vida dirigirá ese afán de saber hacia los poderes más oscuros, peligrosos y ocultos de su mundo. Aparte de su gran capacidad mental, también poseé talento para la música, siendo un gran intérprete de laúd.
En su primera obra, Patrick Rothfuss convierte momentos que en otras novelas solo servirían de enlace en pequeñas obras de arte, fragmentos de poesía intercalada en una narración donde fantasía y realidad conviven y se entrelazan de esa manera que sólo los maestros del género saben hacer. Además, apuesto un valor a que toca algún instrumento. La forma como describe el aprendizaje primero y las interpretaciones posteriores de Kvothe con el laúd, sólo las ha sentido alguien que ha recorrido ese mismo camino. 
Una gran obra que acaba de comenzar, ya que será una trilogía y Rothfuss está todavía trabajando en la segunda parte. Creo que tardó unos cuantos añitos en escribir El Nombre del Viento, pero tranquilos, porque si las demás partes son como esta, vuestra paciencia está bien pagada.
Os dejo unos fragmentos del aprendizaje de Kvothe con el laúd, ya que son aplicables a cualquier instrumento. Dan ánimo y describen sensaciones duras pero envidiables.
"Hacia finales del primer mes, se me habían formado unos callos duros como piedras en los dedos y podía tocar durante horas seguidas. Tocaba y volvía a tocar todas las canciones que sabía de memoria. Luego empecé a tocar también las canciones que recordaba a medias, llenando como podía las partes que habia olvidado.
Al final podía tocar desde que despertaba hasta que me dormía. Dejé de tocar las canciones que ya sabía y empecé a inventarme otras. Poco despuès empecé a tocar... ¿cómo podría describirlo?
Empecé a tocar otra cosa que no eran canciones. Cuando el sol calienta la hierba y la brisa te refresca, sientes algo especial, y yo tocaba hasta que conseguía expresar ese sentimiento. Tocaba hasta que la música sonaba a "Hierba tibia y brisa fresca".
Hacia mediados del tercer mes dejé de buscar fuera y empecé a buscar temas en mi interior. Tocar esas cosas me dolía, por supuesto; pero era un dolor como el de los dedos tiernos sobre las cuerdas del laúd. Sangraba un poco, pero confiaba en que pronto me saldría el callo".

"La música es una amante orgullosa y temperamental. Si le dedicas el tiempo y la atención que se merece, es toda tuya. Pero si la desairas, llegará un día en que la llamarás y ella no contestará. Así que empecé a dormir menos para darle a ella el tiempo que necesitaba".

1 comentario:

  1. La verdad es que está en todas las librerías y anunciada por todos los blog, hasta en el mundo virtual se ha colado!!!jaja
    Veré que puedo hacer para leerlo.Gracias por el aporte.
    Saludos

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