La noche del sábado Braulio el Pastor se olvidó de cerrar la portera del ganado y unos cuantos miembros de la manada se escaparon. Sin que nadie lo notara se infiltraron en las fiestas del pueblo y disfrutaron de una noche de verano en libertad. Pasaron un rato divertido, se comieron a unos cuantos de su especie, degustaron cervezas y rebujitos, y alguno se templó a aceitunas y patatas fritas.
Bailaron cumbias y pasodobles embelesados con las luces del escenario pero lo que más les gustó fueron los corridos mexicanos. Tras pasar un buen rato decidieron volver al corral y darles envidia a los demás miembros de la manada que no se atrevieron a cruzar el límite.
Compañeros, hay veces en la vida que hay que arriesgarse.
Compañeros, hay veces en la vida que hay que arriesgarse.
Bailar, bailar, bailaron poco que yo los ví...
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