Hace mucho tiempo un gran amigo me recomendó los libros de Roald Dahl. A sus hijos (mayores que los míos) les había encantado su lectura y era muy probable que a los míos les pasara igual. Hace poco tiempo, mi hijo mayor apareció un día a la vuelta del cole con un ejemplar del Superzorro. Nada más llegar a casa sacó el libro de su mochila y se puso a leerlo con fervor, sin importarle que fuera la hora de comer. Había leído un par de capítulos en el colegio y simplemente no podía parar de leer. Una muy buena señal.
Tras el éxito obtenido por el libro en mi hijo, decidí satisfacer mi curiosidad y atender por fin a la recomendación de mi amigo y leí el libro. Me resultó peculiar la forma de escribir de Dahl, utilizando recursos para libros de cuentos pero introduciendo sin pudor elementos que podrían no considerarse del todo aptos para los niños. Lo leí rápido y con gusto y despertó en mí recuerdos de una película de la que había visto fragmentos hace mucho tiempo y que me recordaba enormemente a lo tratado en el libro. Así pues, me puse a buscarla y la encontré con el título "El fantástico Sr. Fox".
La vimos en casa y nos encantó. Hicimos el eterno ejercicio de comparar libro y película para ver cuál salía vencedor, llegando a la curiosa conclusión de que la película complementaba al libro de forma muy acertada, puesto que donde las páginas se acababan, se había añadido un extra para la película con mucho acierto a nuestro entender.
Y así fue como se encontraron alrededor de una historia pasado y presente, páginas e imágenes y todo ello unido en forma de gran entretenimiento familiar.