Elantris, la ciudad más maravillosa
jamás conocida, la más envidiada y elogiada; cuyos habitantes
rondaban la deidad y superaban en todos los campos a sus vecinos,
perdió de un día a otro todo su brillo. Donde hubo luz y vida todo
se marchitó y quedó cubierto por una capa de lodo. De bendita a
maldita en sólo un instante y sin saber porqué. Y mientras
descubrimos la razón de este súbito cambio, asistiremos a
constantes guerra de religión, de política, de lógica contra fe, y
también de sexos, con grandísimos adversarios en todos los bandos.
No se me ocurre mejor manera de
comparar la opera prima del aclamado Brandon Sanderson que con el
curso de un río. Durante la primera mitad del recorrido, las aguas
circulan lentas y llenas de detalles en los que entretenernos, con
leves turbulencias de vez en cuando.
Pero tras superar este punto
medio, el ritmo comienza a acelerarse para deleite del lector,
navegando entre peligrosos rápidos salpicados por la espuma,
saltando por cataratas y desniveles hasta llegar a la ansiada
desembocadura. Y por ponerle alguna pega aparte del detallado y
lento comienzo, reflejar que para mi gusto abusa de los nombres
extraños y difíciles de pronunciar para los personajes, lugares, religiones y cargos, asunto
que pese a ser un poco tedioso y trabajoso al principio, según
avanza la lectura se va dominando aunque parezca imposible ¿Kolo?