Gracias a este libro he podido recordar los entrañables momentos nocturnos que pasé en compañía del gran Juan Antonio Cebrián. Es curioso lo que puede dar de sí la memoria, ya que leyendo sus páginas han aflorado episodios y gentes que creía perdidos pero que estaban ahí, y tirando del hilo se ha desenvuelto una madeja cargada de grandes recuerdos.
He conocido aspectos de su vida privada que me han hecho ver que estaba en lo cierto, que se trataba de un gran hombre que llevó hasta el límite la pasión por su trabajo, no exento de dificultades y contratiempos. Y como siempre tras recordar al gran Cebri, me queda el sabor amargo de una cuenta pendiente, de una deuda que espero algún día poder saldar. Le debo tanto conocimiento, tantos campos nuevos que abrió para mi interés, que me veo en la responsabilidad de devolvérselo de alguna manera, como una paga al maestro por las clases que impartió y que de tanto me sirvieron.
Ya nunca podré quitarme la espina de poder haberlo conocido personalmente, pero me quedo con el consuelo del tiempo compartido y del saber acumulado. Fuerza y Honor Juan Antonio, sigues vivo en nuestra memoria.