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lunes, 24 de diciembre de 2012

Cuento de Navidad de Charles Dickens.

Después de llevar años y años viendo la representación de este clásico de la literatura en películas, dibujos animados y teleñecos, creo que era buen momento para repasar el original del maestro Dickens. Escrito en Diciembre de 1843, ciento sesenta y nueve años después sigue tan vigente y aplicable en la actualidad como en su concepción, lo que la convierte sin duda en una obra maestra de las letras universales; así pues, dejaré mi lengua suelta pues pienso que todo el mundo conoce bien la historia.

Ebenezer Scrooge, el odioso y querido a la vez protagonista de esta novela corta, es definido por Dickens como secreto, reprimido y solitario como una ostra, aparte de otra serie de calificativos peyorativos entre el que destaca el de avaro. Durante la noche del 24 de Diciembre vivirá la Nochebuena más movida y estremecedora de su existencia. Sin invitación previa, recibirá las visitas de varios espectros que le harán cambiar su modo de vida austero y ruin y conseguirán que su corazón, duro como una piedra, logre ablandarse como esa carne de caza salvaje que hay que cocinar durante horas y horas para que resulte comestible.

El primer fantasma en visitarle será el de su difunto socio Marley, que le avisará de la que le viene encima apremiándole a enmendarse y no seguir sus pasos y los de muchas otras almas en pena que vagan cargadas de cadenas. Tras él, y poniendo a prueba la capacidad para erizarse de los pelos de Scrooge, irán pasando por su frío dormitorio los fantasmas de las navidades del pasado, presente y futuro, en una jornada de puertas abiertas de los corazones más cercanos al viejo Ebenezer.

Poco a poco y durante una noche más larga de los normal, Scrooge rememorará su infancia, verá como vive su pobre empleado Bob Cratchit y su familia en Camdem Town (buen barrio), lo que piensa su sobrino y su familia de su miserable forma de vida, y de lo triste y solitario que será su futuro además de las posibles repercusiones en los que le rodean si no cambia de actitud. La transformación se obrará en el momento en que todos los aspectos que Scrooge solía calificar como paparruchas, tomen un verdadero sentido para él y se vea inundado del espíritu de la navidad.

Destaco de estas páginas la narración del día de Navidad según lo ve el Espíritu del presente, con sus contrastes entre el mal tiempo reinante y la felicidad que embarga a los habitantes de Londres, sean ricos o pobres; el conmovedor personaje del pequeño Tiny Tim y el terrorífico silencio del Espíritu del futuro.

Merece la pena dedicar un tiempo a leer esta obra, ya que se recuerdan o descubren detalles que se olvidaron o perdieron en los otros formatos, y no viene mal aplicarse un poco el cuento aunque sea aprovechando estas fechas donde sentirse conmovido parece lo más normal del mundo. Tampoco vendría mal para muchos hacerlo durante todo el año, recorrer esta especie de camino iniciático en el que tiene que morir el yo que conocemos para que nazca uno nuevo y renovado.

1 comentario:

Jolan dijo...

La verdad es que, cediendo un poco a ese espíritu (y no es que yo sea muy de navidad, precisamente) apetece leer en estos días a clásicos como este libro de Dickens.

Felices fiestas. ;)

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